Planificación y evaluación

| Planificación de clases y evaluación de procesos  |

Como fue informado desde la Secretaria Académica, la UNER está interpelando a docentes y otros  actores institucionales, al cambio concreto de algunas prácticas que habitualmente se realizan.  Si bien, no se  pone en cuestión la finalidad última del proceso de enseñanza (guiar, andamiar y acompañar a los estudiante en la construcción de conocimientos); sí, se están problematizando algunos de sus aspectos centrales: “cómo enseñar”  y “cómo evaluar” los procesos de aprendizajes de los estudiantes.

Respecto al “cómo” enseñar,  diversidad de recursos y medios están a disposición para acercar a los estudiantes –en este tiempo de virtualidad y distancia- una clase con todo lo que se espera de ella. Solo se hará prioritario que el docente indague en los mismos y cuide  —más allá del recurso, material o actividad  a través de la cual va a transversalizar la enseñanza— cada uno de  los aspectos que hacen que se garantice en la clase virtual,  la presencia de todo lo que es necesario, y que probablemente se venía realizando  en las clases “presenciales”.

La evaluación interpela de modo particular, ya que en “la distancia” y atravesados por multiplicidad de factores, se deben cambiar criterios de regularización o de evaluación, y con ellos desterrar modos de hacer sumamente enraizados. Hoy aparece,  como realidad indiscutible, la necesidad de evaluar  procesos de aprendizajes, cuestión que no debiera resultar nuevo para quienes se desempeñan como profesores, pero que —si debe explicitarse— es porque no resulta tan fácil de cumplir en la práctica.

Las circunstancias  ponen enfrente la necesidad de dejar atrás los modos tradicionales de pensar la evaluación, y comenzar a entenderla como un proceso reflexivo respecto de cómo avanzan los estudiantes a lo largo de los procesos de enseñanza y de aprendizaje; como instancia de problematización, cuestionamiento y reflexión sobre las acciones que se llevan a  cabo con ellos, y   como instancia flexible que, en vistas de los resultados, habilite a los profesores a cambiar sus estrategias y contemplar otros tiempos y criterios,  de ser necesario.

Ambos aspectos —cómo enseñar, y qué y cómo evaluar— están íntimamente unidos, ya que forjar una propuesta evaluativa que se oriente a contemplar procesos de aprendizajes —y no meros productos— exigirá una propuesta de enseñanza que sea coherente con tal decisión.

Es en virtud de colaborar con la coherencia antes mencionada que, desde la Asesoría Pedagógica, se cree conveniente recordar  a los docentes qué aspectos tener en cuenta para la planificación de una clase que permita una evaluación formativa, es decir de procesos.

+Etapas de planificación de una clase

Toda clase —la virtual también— implica al menos tres etapas en su planificación. A saber:


1.Etapa de trabajo previo
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En ella se produce el diseño de la clase.

Aquí se  plantea —en primera instancia— el objetivo de la misma (aquello que el docente quiere que los estudiantes aprendan); las actividades a través de las cuales se valorarán  los conocimientos previos de los estudiantes (en tanto piso o terreno en el que anclará aquello que a partir de la clase se desarrollará) y, por supuesto, las actividades que se le propondrán a los estudiantes para comenzar el acercamiento, la percepción y apropiación del nuevo contenido.

En términos de evaluación de proceso, junto con el objetivo de la clase, deben aparecer los criterios que permitirán valorar el aprendizaje, y las evidencias de desempeño y de conocimiento que se desprenden de ellos. Una buena confección de éstos —como indicadores de avances— permitirá que, al cabo de cada clase, el docente pueda tener un registro de los estudiantes e información útil para su evaluación final.

2.Etapa de ejecución.

Aquí se pone en juego el desarrollo de la clase, conforme —pero no de manera rígida— a las líneas generales que se estipularon en la etapa anterior.

Toda  ejecución de una buena clase tiene un inicio; una introducción con la que se intenta motivar e interesar a los estudiantes en el tema. También es importante volver sobre los conocimientos previos, ya sea por medio de preguntas o alguna otra actividad.

Luego del inicio, se procede al desarrollo de la misma, con la presentación del contenido central y de los materiales,  y  la explicitación de los objetivos —comunicar a los estudiantes que esperamos que ellos hagan o logren es esa clase.

El desarrollo de la clase implica  de parte del docente multiplicidad de intervenciones: el establecimiento de las pautas de trabajo, la exposición conceptual del tema, la realización de preguntas que promuevan el mantenimiento o la recuperación de la atención, la estimulación de la participación, la orientación de la comprensión,  la recapitularización y articulación de contenidos con lo trabajado con anterioridad, el ajuste del desarrollo de la clase a las inquietudes o  eventos que puedan surgir, entre otras.

En términos de evaluación, es importante en la etapa de ejecución tener presente las evidencias o indicadores de desempeño y conocimiento planificados, ya que ellos permitirán al profesor, en la observación directa o indirecta, en el análisis  de los comportamientos de los estudiantes, en la indagación  a través de preguntas, etc.; ver qué va pasando con aquello que se va presentando y con el cumplimiento de los objetivos propuestos.

Luego del desarrollo, es esencial que toda clase tenga su momento de conclusión o cierre. Éste se destina para realizar un resumen de las ideas principales con las  que se trabajó durante la clase. Es el momento para que el docente pueda  captar dudas y evaluar si se han cumplido los objetivos, reforzar los esquemas  de conocimientos o dar pautas o consignas para alguna actividad de revisión o aplicación. Es importante aclarar que esta instancia, en tanto subetapa del desarrollo de una clase, se completa y se complementa en su valoración, con la etapa siguiente del proceso de planificación.

3.Valoración del Trabajo.

Es la instancia en la que evalúan pro y contras de la tarea. Se revisan las respuestas estudiantiles y  se evalúa si es posible en virtud de los objetivos, avanzar en el dictado de otras clases.

Todo lo antes expuesto,  es de conocimiento docente, y con seguridad estas etapas o fases cobran vida en la tarea cotidiana de cada uno. Esto, que puede pensarse  como facilitador de la estructura y la organización del trabajo de un profesor, es fundamental no sólo por ello, sino también porque ayuda —o debiera hacerlo— a la adquisición de los conocimientos de parte de los estudiantes.

Es por eso que, desde la Asesoría Pedagógica, se insta a  renovar y  revisar cotidianamente el proceso de planificación de clases y el resultado de las mismas, a fin de cuidar —en la virtualidad— que cada fase se realice y se lo haga teniendo en consideración no solo las expectativas docentes sino, fundamentalmente, los avances en los procesos de aprendizajes del alumnado. Esto no es otra cosa que darle sentido —o significatividad lógica y psicológica según Ausubel— a la tarea docente, pero sobre todo al proceso de construcción que deben realizar los estudiantes.

Lic. Natalia Báez- Asesora Pedagógica

Facultad de Bromatología UNER

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